
Yo le quería decir la verdad por amarga que fuera, contarle que el universo era más ancho que sus caderas.
Le dibujaba un mundo real, no uno color de rosa, pero ella prefería escuchar mentiras piadosas.
Y así fue como aprendí que en historias de dos conviene a veces mentir, que ciertos engaños son narcóticos contra el mal de amor.


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